lunes, septiembre 3

Los numerosos instrumentos del gobierno






Los gobiernos mexicanos encabezados por los mandatarios Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y Luis Echeverría (1970-1976) usaron numerosos instrumentos para el control de la prensa lo que supuso otra “guerra sucia”, junto a la represión a disidentes, dice el investigador Jacinto Rodríguez Munguía. El también escritor acaba de publicar el libro La otra guerra secreta. Archivos prohibidos de la prensa y el poder (Random House Mondadori, 2007) en los que revela los sistemas utilizados por estos gobiernos, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), para “domesticar” a los medios de comunicación.
Tras varios años de revisión de miles de documentos oficiales, que fueron conservados pese a las órdenes presidenciales de destruir evidencias, Rodríguez relató cómo los gobiernos vigilaron puntualmente todas las expresiones de cada medio y de cada periodista.
El investigador explica que el gobierno dio todo tipo de facilidades a los medios y comunicadores “amigos”, como subsidios indirectos. La entrega de publicidad oficial fue otro de los mecanismos usados para apoyar o castigar a los periódicos.
Entre los casos más notorios de represión en la década de los 70 estuvo la desaparición del Diario de México o el boicot contra Excelsior cuando estaba dirigido por Julio Sherer, quien fue expulsado de ese periódico tras un golpe promovido desde el poder en 1976.
Asimismo, el libro de Rodríguez incluye copias de cartas, escritos de diversos periodistas, muchos de ellos aún activos, que revelan los vínculos cercanos que mantenían con los altos funcionarios.
En su investigación, el escritor recogió las evidencias documentales —oficios, fichas, notas y cartas— que demuestran cómo se controló y sobornó a comunicadores mediante la inclusión en nóminas secretas, entregas de dinero, regalos, privilegios, acceso a la información o favores personales, todo a cambio de ocultar temas incómodos para el gobierno.
El investigador recuerda que el gobierno tenía la regla de no guardar ni listas ni recibos de los pagos a periodistas, pero algunos funcionarios conservaron documentos sobre las cifras entregadas a medios y comunicadores en las que aparecen los nombres de los mayores diarios del país, algunos de sus directores, redactores y reporteros.
Entre los períodos de mayor control contra la prensa, Rodríguez cita el conflicto juvenil estudiantil en 1968, cuando el gobierno ocultó la información de las protestas masivas, de los actos de represión, encarcelamiento y desaparición de numerosos activistas.
En particular, los medios silenciaron o dieron sólo la versión oficial de la matanza del 2 de octubre de ese año, cuando el Ejército mexicano disparó contra un mitin de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la capital, con un saldo de tres decenas de muertos, aunque informes no oficiales lo elevan a unas 400 víctimas mortales.
“Estamos hablando de los movimiento sociales más fuertes de los años 60, que se cerraron con el 2 de octubre del 68 y luego el surgimiento de una guerrilla, tanto urbana como rural que es totalmente invisible”, indica Rodríguez.
El autor considera que esa historia no se encuentra documentada en ninguno de los medios de comunicación de la época.
Asegura que esos métodos se mantienen hoy en día y considera que muchos medios mantienen una actitud crítica con el poder como arma de negociación.

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