viernes, noviembre 9

Dos apuntes sobre el libro de Jacinto





Jacinto Rodríguez Munguía no es un periodista cómodo. Quizás decir periodista y decir comodidad es más una contradicción fehaciente e incomputable. Me encontré con su libro “La Otra guerra secreta” hace un par de años, cuando en su cubículo de la fundación Prensa y Democracia de la Ibero Santa Fé, el tío Jacinto se encerraba tardes enteras peleándose con los vericuetos de una historia que prometía ya en ciernes provocar un escándalo entre las vacas sagradas del periodismo nacional.

Maniático de su cubículo —suerte de búnker intelectual, cobijado por el humo de los cigarrillos y los profanos libros que inundaban su escritorio, creo recordar algo de Cortázar con esa vaguedad propia de la memoria, creo haber hojeado en un descuido algún libro de historia contemporánea, cierro los ojos y observo el periódico del día, notas, apuntes y pesquisas manuscritas—Rodríguez Munguía se asomó en algunas cajas del Archivo General de la Nación para cumplir con lo que Jacques Le Goff sugiere cuando dice que los documentos “hacen hablar a las cosas y borran los silencios”.

Si como aventura Le Goff todo documento es al mismo tiempo verdadero y falso, su falsedad radica en su inexistencia y su verdad, en su rescate de la memoria.

No es un lugar común.

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Pocas veces uno puede observar la confección de un trabajo de esa envergadura.

En el entrecruce entre historia o micro-historia, periodismo de investigación, novela testimonial, reportaje novelado con guiños historiográficos, novela histórica del México de los 70´s que sufrió la guerra de baja intensidad del Estado uno puede entrever lo que siempre ha intuido pero que es imposible concatenarlo con documentos.

Pocas veces puede uno conocer el entusiasmo con que en el comedor de la Iberoamericana de Santa Fé se desbordan las conversaciones pero inexorablemente siempre van a caer —imantadas sí, metafísicamente imantadas— hacia un mismo destino: el Palacio de Lecumberri, unas viejas cajas de documentos que inesperadamente se convierten en un tesoro.

Se mencionan algunos nombres de vacas sagradas del periodismo.

Pero ahora que escucho las palabras del autor del libro me queda claro que las únicas vacas sagradas que pueden existir en cualquier área de las actividades humanas son las que nosotros nos construimos como muletas para andar por la vida.
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El libro de Jacinto Rodríguez “La Otra Guerra Secreta” nos depara una lección las relaciones entre periodistas y políticos, entre medios de comunicación y oficinas de gobierno, son relaciones de poder.
Este martes Fritz Glockner, Ana Lidia Flores y el periodista Ignacio Rodríguez Reyna, director de Eme-equis, presentaron el libro de Jacinto Rodríguez, en la librería profética.
Entre el público se encontraba —guardando un bajo perfil— el premio nacional de periodismo 2006 y uno de los mejores cronistas del país, Alejandro Almazán de la Revista Eme-Equis, quien escribió con Oscar Camacho, “La victoria que no fue, López Obrador entre la Guerra Sucia y la soberbia”.
Almazán ya prepara un acercamiento a la vida del poeta caníbal, cumpliendo su cometido de ser un “ladrón de historias”, como el mismo se define.

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Rodríguez Munguía y un grupo de periodistas abandonaron en 2005 la Revista de El Universal. La salida de la publicación semanal que aparecía con el periódico cada lunes exhibió los mecanismos de censura al interior del diario más importante del país.

Un artículo que demostraba la corrupción en el gobierno foxista y arañaba al entonces Secretario de Gobernación y presidenciable, Santiago Creel Miranda, censurado en la Revista obligó a periodistas y colaboradores a dejar el diario, encabezados por Ignacio Rodríguez Reyna, director de la Revista.

Tras varias reuniones los periodistas exiliados del Universal, lo mismo Nacho Rodríguez Reyna que en un principio Pascal Beltrán del Río.

Meses después, una convocatoria ciudadana permitió el surgimiento de "Eme-Equis", fiesta cachonda de por medio en la Casa del Lago.

Todo esto viene a cuenta para recordar como el libro de Jacinto surgía a la par de la revista de marras.

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Jacinto estuvo un par de días en Puebla presentado su libro. Más allá de los comentarios de los presentadores y de las entrevistas que hoy salen publicadas en los diarios locales saltan más que los temas de coyuntura y anecdóticos , algo que flota en el aire: esa misma Tiranía invisible, más que fruto de una mente maquiavélica, expresión teórica del control político hacia los aparatos ideológicos del Estado desde el mismo poder y por sus mismos operadores.

¿Esta esta Puebla Preciosa atrapada en los márgenes de la Tiranía Invisible?

¿Cuáles son los manuales que siguen los operadores del control político? ¿Se queda chiquito el documento de la Tiranía Invisible frente a las prácticas locales del poder político?

Más que elogiar un libro como un documento de la relación prensa-poder estatal en el pasado, el priismo local y su prensa, no escapan a estas redes de complicidad y de silencio, a estas lógicas soterradas del ocultamiento, a este consenso silencioso pero intuido, no documentado pero presente de que algo flota ahí mismo, en los encabezados uniformes de los diarios, en los comentarios a modo de los locutores de los noticiarios, en el silencio de los medios electrónicos.

Aquí en Puebla, todavía se hacen llamadas desde la Secretaría de Gobernación y desde el PRI a las redacciones de medios impresos, radiofónicos, televisivos y hasta portales de Internet.

Por eso ahora, concateno que es así como en la Cena de Tribuna Radiofónica, el gobernador Marín puede llamar a Enrique Montero Ponce, con el don por delante, "mi amigo entrañable" y su hijo, Mario Montero Serrano, secretario de gobernación, escuchar sentado en la mesa de los secretarios del gabinete, las palabras de su padre.

Es esta Belle Epoque del viejo régimen mientras se cuida el silencio y se borra la memoria .
Mariachis, un palomazo de la primera actriz de telenovelas Regina Torné, los candidatos a la alcaldía, exgobernadores, diputados, periodistas y hasta un científico laureado se dieron cita en el aniversario del Grupo Tribuna.
“El año próximo si mi Dios quiere cumpliré 80 años de vida de los cuáles 62 han sido dedicados a la comunicación. Probé todos los caminos de la comunicación, el periodismo mi vida ha sido alucinante. Formar una primera plana, ir al taller como aquellos años”
Enrique Montero Ponce lanzó sus acostumbradas reflexiones de la vida política: “Yo creo que falló el timón fuero las elecciones más reñidas pero cuestionadas, nuestra democracia se tambalea a veces
En su discurso definió sin ambages sus paradigmas periodisticos:
“En la democracia el periodista le dice al pueblo, tú dictas yo escribo”
Montero Ponce se puso nostálgico. No era para menos, a sus 79 años, el periodista por antonomasia de la clase política cachondeó a sus invitados y tiró línea sobre el comportamiento de sus conocidos.
En su alocución, el gobernador Mario Marín avaló la conducción periodística del decano del periodismo poblano:
“Comunicador serio, veraz y transparente, interlocutor social, propiciador de juicios y criterios”.

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En la cátedra Unesco


Las revelaciones de Jacinto están ya en la cátedra de la Unesco.
Deben estar en cada hogar mexicano.
Somos eme-equis.





Una prensa vergonzosa



El poder en México no se atreve a borrarse a sí mismo de la historia
texto y foto: Juan José Flores Nava
Martes, 6 de noviembre de 2007
  • Rodríguez Munguía nos cuenta la otra guerra secreta.


Jacinto Rodríguez Munguía.

El dicho es uno solo: perro no come perro. La prensa mexicana es reacia a revisar la relación de connivencia, complicidad, complacencia, hipocresía..., que ha mantenido con el poder. Especialmente frente al Estado criminal de los años sesenta a ochenta. Pero es justo un periodista, Jacinto Rodríguez Munguía, quien ahora cuenta esa historia.

En el libro La otra guerra secreta / Los archivos prohibidos de la prensa y el poder (Debate), Jacinto Rodríguez Munguía expone, con base en documentos hoy resguardados en el Archivo General de la Nación, una ironía: mientras a muchos medios se les olvidó registrar la historia negra del Estado mexicano, a los hombres del poder no. Ellos, los hombres del poder, dejaron huella de la barbarie militar y policiaca que aplicaron en contra de estudiantes en 1968 y 1971, en contra de una guerrilla que nunca terminó de ser o en contra de mexicanos a los que veían como opositores.

Tras casi seis años de investigación, los archivos consultados y exhibidos por Rodríguez Munguía dejan lecciones como, primera, que frente al poder y sus acciones la mayoría de los periodistas optó por la conveniencia; segunda, que frente al miedo que imponía el poder a través de sus mecanismos de control, subsidio, papel, publicidad, la mayor parte de los medios eligió la conveniencia; y tercera y muy importante: que en muchos casos no fue necesaria la cooptación, la presión, el control del papel ni la publicidad, pues los dueños de los medios y los periodistas mismos asumieron las decisiones del poder como suyas, optando por la conveniencia antes que por una responsabilidad ética. Más aún, en otros casos no hubo siquiera necesidad de tomar decisiones, ya que el proyecto ideológico del gobierno coincidía con el de los empresarios de los medios, incluso con el de los mismos periodistas.

-Nuestro gremio se equívoco -dice Jacinto Rodríguez Munguía-, cometió muchos errores. Y no hay otra manera para dar un salto de calidad que mirando esos errores. Es necesario procesar este tipo de historias para mirarnos de otra manera.

-¿Cómo se explica la ironía de que es el poder, y no los medios, el que guarda para la posteridad registro de sus abusos y arbitrariedades, de sus excesos?

-Lo que he podido ver sobre esos años me indica que hay una necesidad humana de dejar huella de lo que hacemos. Nos pasa a todos. Todos tratamos de que nos recuerden con algo o por algo. Con mayor medida el poder. Los documentos que revisé durante seis años en el Archivo General de la Nación, ahora lo sé, son apenas una parte de un inmenso acervo que existe en las casas de muchos políticos. Los que han tenido poder necesitan trascender a su propia muerte y refrendar lo que fueron. El poder en México no se atreve a borrarse a sí mismo. Porque, entonces, ¿cómo demuestra qué fue? ¿Nada más por lo que se cuenta o lo que dijeron? No. Nunca le es suficiente. Quiere dejar pruebas, huellas concretas de lo que hizo. Los hombres del poder no podían borrarse a sí mismos. No dejar documentos implicaba anularse y eso me parece inconcebible en el sistema político mexicano. Aunque también hay algo de azar en todo, de destino. Funcionarios que actuaron en esa época me han dicho, tras la aparición del libro, que poseen documentos.

-Pero es claro que, por el lado de la prensa, "perro no come carne de perro". Hay una tradición de complicidades entre los medios y periodistas para, como usted señala, callar o no hacer públicos los conflictos o problemas que tuvieran que ver con los medios.

-Cuidé mucho no caer en el panfleto y no hacer especulaciones durante la redacción del libro. Es la información la que sostiene todo lo que publico. Nunca me detuve a ver quién me cae bien o quién me cae mal, sino que son las historias, los documentos, los que hablan de lo que han sido muchos personajes del periodismo mexicano. Por eso hablo de cómo la prensa fue en esa época, y en muchos casos sigue siendo, una aliada del poder, con todo lo que eso implica. Es una alianza que va más allá de cuestiones económicas. Lo cual da vergüenza. El mismo Miguel Ángel Granados Chapa habla de una prensa vergonzosa que fungía como aliada del gobierno, a veces ni siquiera por dinero, por mantener su poder económico, sino por un asunto ideológico. Eso es grave para la prensa de cualquier parte del mundo. Tal vez se pueda justificar cierta postura por un temor a perder la concesión o a no recibir papel para imprimir el diario, pero cuando uno se encuentra cartas, conversaciones, en las que se establecen acuerdos entre los medios para no criticar las posturas y el papel de los otros medios, estamos en el terreno de la connivencia. Por eso para muchos colegas el libro es provocativo, tienen que confrontarse a sí mismos. Quien entra al libro, no sale ileso. Termina preguntándose: "Si estos periodistas actuaron así, ¿yo cómo estoy actuando hoy?"

-Con el índice onomástico al final del libro a muchos les hizo un favor, pues les ayuda a no pasar varias horas hojeándolo para ver si su nombre aparece o no en los archivos del gobierno.

-Sí, me han dicho que el libro empieza a leerse por las páginas finales. Incluso se dice que muchos periodistas no llevan el libro a las redacciones, pero lo leen en su casa para buscarse en privado. Lo mismo, ni modo, a mucha gente el libro le va a servir para reforzar sus estrategias de control de información. Aquí está cómo actuaron y cómo siguen actuando empresarios de los medios, periodistas y políticos. Pero también vamos viendo y entendiendo todos cómo funciona el poder, para estar más alerta frente a sus mecanismos.

-Aquí hay tips para que el actual secretario de Gobernación borre las pruebas que debe haber sobre las atrocidades contra los manifestantes en Guadalajara hace algunos años.

-No lo dudes...

sábado, noviembre 3

La inutilidad del silencio


Yo he crecido en el mundo de la impunidad.
Pero eso está cambiando.
En México, aún ahora, hay temas de los que apenas se ha comenzado a hablar.
Ernesto Aroche, de La Jornada de Oriente, estuvo en la presentación del libro La otra guerra secreta, en Puebla. Y sobre eso cavila: no callar es la encomienda de esta generación.
Saber.
Saberlo todo y saberlo más.
Un abrazo.
Somos eme-equis.



El poder político en los estados y el narco aún mantienen la tiranía invisible: Jacinto Rodríguez

  • “El silencio no ayuda a nadie y nos convierte en una sociedad cómplice”

  • Necesario establecer una alianza con la sociedad, apunta el autor del libro “La otra guerra secreta, los archivos prohibidos de la prensa y el poder”

Ernesto Aroche Aguilar

“…para acentuar que el PRI disponga de un instrumento organizado técnicamente que desarrolle en su favor una propaganda institucional y no incidental, se consigna esta idea: ‘por la acción de la propaganda política podemos concebir un mundo dominado por una tiranía invisible que adopta la forma de un gobierno democrático’”

Citando esas líneas de un largo y anónimo documento encontrado en el Archivo General de la Nación, que establece las líneas de acción y operación para el manejo de los medios de comunicación al menos durante los sexenios de Díaz Ordaz, Echeverría Álvarez y López Portillo, arranca y se estructura el libro “La otra guerra secreta, los archivos prohibidos de la prensa y el poder”, que fue presentado por su autor, Jacinto Rodríguez Munguía, la noche del martes en la librería Profética y la mañana del miércoles en la Universidad Iberoamericana.

Una tiranía invisible que no se ha diluido del todo aún en los círculos nacionales y se mantiene como mecanismo de control en los cotos de poder emergentes, luego de la erosión que sufrió el presidencialismo, especialmente en los cacicazgos políticos estatales y regionales en la zona centro y sur del país, y por el narco en la zona norte del país, reconoce el también colaborador de la revista eme-equis en la entrevista ofrecida a esta casa editorial.

“No hay que estar confiados. Lo que peor que podemos hacer como trabajadores de los medios de comunicación es confiarnos en que el paso cronológico de la vida implica cambios de facto en las actitudes humanas. Creo que no se ha terminado con la tiranía invisible, y menos desde un poder que no ha procesado su historia reciente, menos desde unos medios que no se atreven a mirarse a si mismos en espejos como el libro, ni reconocer ni aceptar que hicieron y que no hicieron.

“En tanto, esa tiranía invisible va a seguir dejando secuelas y efectos muy concretos. No podemos sentirnos en libertad sobre lo que estamos haciendo como trabajadores de los medios. Esa tiranía no es parte de nosotros, no es parte de nuestra responsabilidad pero nos implica y lo hace en la medida en que seguimos siendo resultado de mucha censura todavía, de no poder ejercer el periodismo como creemos que debería ser, eso es parte de esa tiranía que aún estamos padeciendo.

[Paréntesis I]

“Las dictaduras reprimen por la fuerza las ideas y las expresiones populares. En un gobierno democrático, este control debe alcanzar calidad de arte, toda vez que intente manejar ciudadanos libres, capaces de resistirse a la acción de las autoridades y capaces también de llevar el contagio de su resistencia a los demás”. Fragmentos del documento señalado

La tiranía en los estados

“(En los estados) la seguimos viendo como algo grotesco, ‘ah! Que grotescas las actitudes del gobernador’, pero va más allá de eso, es una forma de hacer, toda una cultura de ejercicio del poder. Y ahí aún cuesta mucho más trabajo socavar, porque la relación que estableció el poder con los grandes medios se mantiene en los poderes locales, sobre todo del centro para abajo, Puebla, Veracruz, Oaxaca… son modelos muy parecidos, es el PRI el que sigue en el poder, no han entendido y no quieren entender que México ya cambió”.

“Hay una necedad a mantenerse con los mismos modelos, en el norte el narco y del centro para abajo son los poderes políticos los que siguen presionando, ejerciendo un control, corrompiendo a la prensa. Tenemos que hacer mucho de nuestro lado, pero desmontar esos mecanismos de poder que duran 70 años no va a ser fácil. ¡Fueron 70 años! Ha sido el único poder en el mundo que ha durado tanto tiempo en la era moderna latinoamericana.

“El trabajo es bien arduo y diría que los cambios tecnológicos, la globalización, las nuevas generaciones no son elemento suficiente para dar acta de defunción al modelo, es una tarea todavía aún muy larga.

[Paréntesis II]

“El control de la opinión pública en un régimen totalitario es elemental –La propaganda política de una democracia no puede y no debe imitar la del estado dictatorial, pero sí aprenderle muchas cosas: fe en sus recursos; persistencia en la acción; rapidez para proceder en los conflictos; interés por todos los problemas políticos, sean éstos reducidos o gigantescos, y otorgar a todos el mismo trato urgente— y a cambio en una democracia, como quedó dicho, se complica y en ocasiones resulta imposible”. Ibidem.

No se vale decir no me enteré

Es difícil pedirle a la sociedad algo porque de pronto es como muy etéreo el concepto de sociedad, pero si es necesario que todos los grupos sociales, empezando por nosotros que trabajamos en los medios, asumamos esa responsabilidad. Ya no se vale, y creo que hay que decirlo fuerte, no se puede ya utilizar como excusa el decir, ‘yo no supe’. No se vale decir ‘no me enteré, es que quién sabe que pasó’. No, eso también nos implica”.

“El desconocimiento, el no informarse, el no atreverse a decir las cosas también nos hace cómplices. El silencio no ayuda a nadie, el silencio nos convierte en una sociedad con sus propias pesadillas y sus propios miedos, nos vuelve una sociedad miedosa.

“(El cambio) hay que empezarlo con nosotros, hay que estar actualizándonos como reporteros para poder ofrecer mejores productos, esa es una parte y la otra tenemos que tener claro que esto es un oficio, es un trabajo y no un mecanismo de poder. Si empezamos a darles esa imagen, a hacerlos coparticipes de esa imagen de trabajo como cualquier otro empleo vamos a hacerlos nuestros aliados.

“Hagamos de ellos, de la sociedad nuestros aliados y no sólo los consumidores, que ha sido hasta ahora la tónica, ‘tú consumes lo que produzco sin importarte lo que te de’. Ya no, hagamos nuestro aliado en la legitimidad, ‘legitímame desde tu lectura, desde tu cuestionamiento, desde tu crítica, desde tu revisión de lo que estoy haciendo y yo te legitimo como sociedad’.

“(antes) el poder nos legitimaba y nosotros legitimábamos al poder y era muy cómodo. Ya no, cambiemos, demos la vuelta, miremos a otra parte, miremos a los que sí tenemos que legitimar y con eso los estamos implicando, el saber los implica. Vamos construyendo esa alianza, desde una mejor calidad periodística, con una mayor rigurosidad y una mejor redacción, y ahí tenemos mucha chamba por hacer.