viernes, agosto 24

Tres, dos, uno... comenzamos




La otra guerra secreta

¿Quién decidía lo que se decía durante los sexenios del PRI? ¿Qué hicieron los dueños de los medios cuando el Gobierno silenciaba a los opositores? ¿Dónde estuvieron los líderes de opinión, los columnistas, los reporteros? ¿Quién protestó? ¿Desde qué dependencia se callaba a los periodistas? ¿Los callaron a todos o hubo quienes prefirieron callar por voluntad propia?

Por: Angélica Palacios
13-Agosto-2007

Ciudad de México.- Los años de la complicidad. De las alianzas por conveniencia, de las informaciones a modo, de los goces y los disfrutes, pero asimismo de las desapariciones, de la eliminación de lo contradictorio, de la violencia: de las guerras contra las batallas de grupos opuestos al poder.

La otra guerra secreta, una de tantas o pocas, también tiene su historia coloreada de azares. Un libro que promete desnudar los rincones de los medios de comunicación de aquella época. Que pretende hablar, con nombres, de la verdad sobre la convivencia de los grandes medios de comunicación y el Gobierno.

Jacinto Rodríguez Munguía, periodista e investigador, persigue pequeñas historias disueltas en cajas de cartón del Archivo General de la Nación (AGN), para crear una sola. Donde los nombres aparecen con cargos y las firmas con rostros.

El libro plantea una hipótesis dura, tajante, sin vuelta atrás, que promete comprobar: Los medios jugaban el papel de subsistema del poder. Al menos así permanecieron durante dos décadas, periodo que se evidencia en este texto.

Muchos documentos que aparecen en este texto removerán las dudas y la incredulidad. Demasiado expuestos a la desconfianza, los expedientes se respaldan en códigos y sellos del AGN que reflejan su autenticidad.

Tan sólo la labor de búsqueda, en sí la investigación, se llevó tres años. Uno de los primeros documentos que provoca esta historia fue un escrito largo, con varias tipografías, hecho como en partes, que hablaba de política, su título: Columna Granero Político.

Lo trascendente del hallazgo fue una carta de Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación en aquello tiempos, dirigida el presidente Luis Echeverría, donde se declaraba que la columna antes citada se había diseñado para los fines de esta dependencia.

Jacinto el que ve la vida en espiral, el que se persigue a sí mismo, escribe sobre 500 hojas sus ideas comprobables, la otra guerra que los medios callaron, en la que se transformaron en empresas de inversión para los favores del gobierno.

El perseguidor de sueños – como el mismo se dibuja—, de las cosas simples donde encuentra fragmentos de felicidad, busca también oxigenarse una vez que su texto logre su objetivo. Porque, dice, no aspira más que hacerle un guiño a la reflexión de sus compañeros de viaje, los periodistas, no los que callaron en aquella época por conveniencia, sino las nuevas generaciones.

Le interesa que su libro llegue a los medios, pero muchos más que se aproxime a las universidades, a las escuelas de periodismo, que genere por lo menos un cuestionamiento entre sus colegas viejos y jóvenes, que los seduzca a la meditación.

La guerra del autor – describe él mismo— es sólo una batalla que le gustaría llevar al límite, donde se reconozca al otro con toda su dimensión y la claridad de su voz. Llegar al punto donde los rostros se miren, donde los periodistas y los ciudadanos se vean de frente, sin diferencias.

La historia de este libro siguió su propio destino. Por casualidades o no, corrió sobre la ruta que le trazó el azar. Porque el autor no buscó el tema de su investigación, sino que los expedientes, los relatos encerrados en el acervo de la nación le provocaron el antojo de escribir sobre estos.

El texto como cualquier incomodidad encontró los obstáculos más obvios de censura, en la búsqueda de editoriales se estrelló contra intenciones que no se concretaron en papel impreso.

Finalmente y contrario a las sensaciones del investigador que aún no percibe el final, el texto está cerrado. La ventana se abre y sus moradores, los periodistas, reporteros, líderes de opinión y dueños de medios quedan al descubierto.

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