Jacinto Rodríguez Munguía ha sido reportero de diversos medios de comunicación y actualmente forma parte de la revista EmeEquis. Durante la XVII Feria Internacional del Libro de Monterrey presentó su libro La otra guerra secreta, un análisis de la relación entre la prensa y el poder durante los años sesenta y setenta: La era del plomo, la era de la guerra sucia. El periodista comparte en entrevista su visión de una prensa que ignoró su misión de dar cuenta de los truculentos hechos de aquellos años, como el 2 de octubre de 1968 o el combate a la guerrilla.
La otra guerra secreta se inserta en el marco de la recuperación de la memoria del pasado. ¿Qué aporta esta obra a la historia de la guerra sucia?
Tiene muchas virtudes, una de ella es que por primera vez se logra documentar la relación entre la prensa y el poder, tantas veces mencionada y tantas veces cuestionada. En este caso la respuesta la dan los documentos, miles de documentos localizados en un acervo abandonado, olvidado, que estaba condenado a ser destruido, como lo indican algunos documentos: “Que se destruyan”. Alguien olvidó destruirlos y se quedaron los acuerdos, las formas de control de parte del Estado, el cómo se daban las concesiones, las bitácoras de reuniones entre empresarios de medios de comunicación y secretarios de gobernación o presidentes de la República. Documentación que revela toda la parte que no conocemos de lo que era la prensa y el poder.
Tenemos libros más desde la anécdota, más desde la recuperación hemerográfica, pero no teníamos una referencia documentada: cartas originales, documentos originales de recursos que se daban a los medios de comunicación, que se daban a periodistas; se trata de materiales que le dan una vuelta a la relación que conocíamos de prensa y poder, y cómo esa relación terminó afectando o teniendo un efecto en muchos momentos claves de la historia de México. No se queda en el mero asunto de la prensa y el poder, sino aborda cómo esa relación tuvo un efecto concreto en grandes silencios que hasta hoy existen en el país.
¿Dónde encontraste estos documentos?
En el Archivo General de la Nación, en un acervo sin un orden, sin una lógica: cajas llenas de papeles. Se trata de una busqueda de años: el libro tomó cinco años de trabajo y por lo menos tres de estar checando papel por papel. Además, sin saber que ahí estuviera; nunca creí que esa información ahí estuviera, soy el primer sorprendido, y tan es novedosa que ya a estas alturas se acabó la primera edición y venimos a la Feria del Libro de Monterrey con la primera reimpresión. Como digo, no es sólo es el asunto de la prensa y el poder, cruza también por la historia, la cultura y procesos de México de por lo menos dos décadas. A partir de esta información se modifican diversas interpretaciones de lo que pasó. El sesenta y ocho, por ejemplo, tiene otra lectura a partir de los documentos; la guerra sucia tiene otra lectura, el asesinato de Garza Sada tiene otra lectura también a partir de los documentos. Muchos momentos de dos décadas, claves de la historia de México, cuentan con otras lecturas a partir de estos documentos. Que se dan sobre dos grupos claves: el poder y la prensa. Mucho de lo que está pasando actualmente con la prensa tiene su origen en esta época. Y ahí están sus respaldos, ahí están sus cartas, sus acuerdos, lo que costó el silencio, lo que costó decir ciertas cosas, y sobre todo están los personajes. La historia la hicieron personajes de carne y hueso, no es una historia hecha de héroes y villanos, cruza por todos los claroscuros. Los grandes personajes, los grandes periodistas que conocemos terminan siendo seres humanos. Creo que no ofendo a nadie al decir que los mitos del periodismo se desvanecen con el libro. Siguen siendo periodistas, pero ya no mitos. Y creo que eso es importante, dejar de vernos como un poder, como grandes mitos, como un gran poder que puede llevarse de tu a tu con el del Estado. Este libro da cuenta de que esa actitud que tuvimos durante muchos años nos hizo daño como oficio, como grupo de trabajo, y ese mismo daño se le hizo a la sociedad.
Finalmente así es, el periodista es humano también…
Es más humano de lo que uno se niega a ser cuando andamos con esa idea del “cuarto poder”, de que somos un gran poder. Lo que ocurre cuando vemos estos documentos es que vemos a un ser humano. A periodistas de carne y hueso. Que se equivocaron, que lo que han contado no es del todo cierto. Que lo que nos han dicho que ocurrió así, los documentos -sus documentos, sus cartas, sus conversaciones telefónicas- los desmienten, y cuando uno los busca y les pregunta o lo aceptan o guardan silencio. En este momento lleva ya dos meses el libro y no hay uno solo que haya desmentido lo que está ahí, que haya dicho que no es cierto. Está ahí, es su historia, pero al mismo tiempo es la historia de México.
Hablamos entonces de muchos personajes que están con vida actualmente.
Muchísimos, tanto políticos como de los medios de comunicación. Son finalmente las mismas empresas. Ok, tenemos empresas nuevas y hay muchos medios nuevos, pero las grandes, empresas, salvo una que otra, son las mismas. Es decir, ahí están sus orígenes, parte de su poder. Empresas periodísticas, medios impresos, de radio y televisión. Son la continuidad de líneas de familia. No me atrevo a decir este nombre o el otro para no dejar fuera a algunos, pero es esa misma línea. Si uno ve lo que está pasando a raíz de la Reforma Electoral, es nada más cuestión de echarle una hojeada y darse cuenta de que son los mismos, y que lo que decían hace veinte o treinta años, y lo que hicieron, es totalmente opuesto a lo que dicen ahora. No es un libro cómodo, es un libro incómodo, es un libro que, me lo han dicho, se lee a escondidas en las redacciones, pero lo están leyendo y ya ha creado un debate por que no hay manera de contradecir a sus propias historias. ¿Cómo puede decir Jacobo Zabludovsky algo contra sus propias cartas, originales y firmadas, enviadas a Echeverría después del dos de octubre del 68? ¿Cómo contradices algo que está ahí? El libro tiene todas las fuentes, todos los lugares donde se consiguieron los documentos, fechas precisas. Es debatible todo lo que está ahí, por supuesto, pero en esencia cuenta una parte de la historia de México que no conocíamos. El libro abre puertas, no cancela, no cierra circulos, y esperaría que vinieran muchos otros libros.
De este mundo periodistico de los años setenta que descubres en los documentos, ¿qué ha cambiado respecto al actual?
Tenemos un mejor espacio, mejores posibilidades y sí depende mucho de nosotros. Si asumimos que no somos un “cuarto poder”, que no somos un poder paralelo al poder político, eso nos lleva a responsabilizarnos de nuestros actos, nos obliga a pensar en función de qué es lo que hago, para quien lo hago y cómo lo hago. Ya no es fácil en la medida en que tenemos mayores posibilidades de expresión, nos obliga a ser más responsables. Ahí sí va de la mano. Ya no podemos ser solamente el interlocutor del poder, legitimar al poder y que el poder nos legitime, que fue la fórumula perfecta. Yo te legitimo, yo hablo contigo solamente y tú hablas conmigo. Al romperse esa formula tenemos que mirar al otro, tenemos que mirar a la sociedad. A mi me agrada, con todo y las estrdencias que de repente vemos en los medios de todo tipo y en los empresarios etcétera, el momento que viven los medios en relación al poder y la sociedad. Parece que es de los mejores. De cómo resulte, de lo que venga no sé, depende de individualidades, pero también de cuestiones políticas, de empresarios, pero de que tenemos mejores oportunidades de hacer un periodismo mejor, más comprometido con la gente, de verlo como un servicio más que un poder, de eso no me cabe duda. Creo que cuesta más retroceder y volver a aquellos años de negociaciones ocultas, que hacer otro tipo de periodismo. Es lento, lleva tiempo, algunos años y quizá nunca lleguemos a un periodismo ideal, tampoco me engaño, no hay un periodismo ideal en ninguna parte del mundo, pero sí podemos hacer otro tipo de periodismo, o por lo menos muy distinto al de estos años.
Últimamente se habla mucho del pasado. Hubo ya una fiscalía fallida especializada en los crímenes del pasado. ¿Crees que este libro pueda aportar algo en cuanto a incriminar o esclarecer esas deudas de la guerra sucia?
No creo, aun cuando los documentos tendrían que servir para la fiscalía que ya no existe, pero que si se hiciera, como espero que se de otra vez una revisión de esa parte, los documentos pueden servir. A mi no me interesa mucho eso, no me interesaría sino aportar a esa busqueda de lo que pasó en esos años. De hecho el libro lo están usando muchos grupos sociales para la revisión nuevamente de esta etapa, y hay como un argumento de que sí hubo una decisión desde el poder de callar ciertos puntos clave de la historia de México. En ese sentido, el libro sí aporta, está brindando herramientas históricas y documentales para que la revisión que se dé, porque tarde o temprano se ha de seguir revisando lo que pasó, y espero que el libro apoye en algo. Como trae todas las referencias de los documentos, hasta donde sé, se están volviendo a consultar muchos documentos de los que aquí se hablan. No quiero exagerar de que sea un libro obligado para la revisión de la historia, pero por ahí pasa. Un dato que me sorpreende mucho es que varias universidades de Europa me lo han pedido para lo que ellos llaman “entender la arqueología del poder y la cultura en México”. Ha tenido un eco extraordinario en la academia, y el trabajo pretende ser lo más riguroso posible; eso da una confianza de que el material que está ahí se puede consultar y puede servir para revisar el pasado pero también para el espacio de las universidades.
Por último y por poner un ejemplo, ¿qué nueva lectura propone La otra guerra secreta acerca del 68?
Que hubo en efecto lo que tenía como sospecha, de que se construyeron una serie de escenarios, de cortinas, de silencios, y que no fue solamente desde el poder -y creo que es esto lo que le da la vuelta a la historia un poco- que se construyeron esos silencios, y que no necesariamente se hicieron bajo la fuerza del estado o de la presión de “o te quito el papel, o te quito la concesión, o no te doy esto”.
No hubo entonces una negociación…
Creo que la parte que ha incomodado mucho, y que le da un giro a la tuerca de la historia, es que en algunos casos ni fue necesario; y que en la gran mayoría de los casos los medios, los dueños de los medios, los periodistas de esa época no sólo callaron por voluntad propia, sino que además aplaudieron las decisiones. Sus documentos, los documentos que están ahí dan cuenta de ello: cartas de felicitación, donde entiendes por qué no hubo una denuncia. Si en el 68 no hubieran estado cerca los Juegos Olímpicos, y no hubiera estado en el país la cantidad de prensa extranjera que estuvo en esos días, el 68 habría sido tan oscuro como fue la guerra sucia. Así de ese tamaño estaban los medios en esa época. No son los medios locales los que nos dan una ventana para entender el 68, son los medios extranjeros… y no hubo de otra, ya se había ventilado: cuando estaba ocurriendo algo en casa había muchos medios extranjeros.
Incluso muchos corresponsales que estaban el mismo dos de octubre en Tlatelolco…
Sí, no era la prensa local. La prensa local lo da a conocer y luego se vuelve una gran cortina de humo, y no hay continuidad en las investigaciones. Es lo mismo que sucedió en los años de la guerra sucia. Apenas estamos conociendo los efectos tremendos que se dieron en Guerrero, que se dieron en Guadalajara, en Monterrey, en Puebla, en Chiapas, en la Ciudad de México…
Sobre todo que por fin hay una presencia, por fin se habla de que sí hubo movimientos guerrilleros.
Así es, apenas hace unos quince o veinte años los documentos nos dicen que sí, que el estado los enfrentó y los aniquiló, y se fue contra ellos, y les mandó al ejército, lo cual era negado, porque en esa época no había una prensa extranjera que pudiera dar cuenta de ello. ¿Dónde estaba la prensa nacional? Ahí estaba, y no hicieron nada. ¿Por qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario