viernes, febrero 11

jueves, abril 23

Investigando historias


de periodistas

Los historiadores hemos usado a los medios de comunicación como fuente para hacer nuestras investigaciones. Son miles los libros que se han escrito usando la información contenida en periódicos para ello. Sin embargo, el estudio de la prensa en sí es algo relativamente reciente. A los investigadores del ser humano en el tiempo nos interesa cada vez más saber cómo se han elaborado los diarios, qué tipo de relaciones se establecían entre los trabajadores de la prensa, cuáles eran los variados discursos que un sólo diario podía contener y la manera en que éstos cambiaron con el paso del tiempo. Por supuesto que una parte fundamental del estudio historiográfico de la prensa radica en conocer sus relaciones con el Poder. Es muy interesante investigar los encuentros y desencuentros con los poderosos de su tiempo, y la manera como esta relación se institucionalizó hasta llegar a lo que vivimos el día de hoy. Uno de los mejores lugares donde se investiga el pasado de la prensa mexicana es el seminario Periodismo, Historia y Sociedad en México, el cual tiene como sede en Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y es coordinado por la Dra. Ana María Serna. El seminario nació en 2005 como un intento de vincular a periodistas e historiadores interesados por analizar la evolución de la prensa en México. Este seminario se reune una vez al mes para discutir un texto enviado por alguno de los participantes. En estos cuatro años, ha contado con la participación de destacados historiadores y periodistas, como Antonio Saborit, Ricardo Pérez Montfort, Alberto del Castillo y Marco Lara Klahr, entre muchos otros. También participó Jacinto Rodríguez Munguía, presentando una parte de su famoso libro La otra guerra secreta: los archivos prohibidos de la prensa y el poder.
En el seminario se han analizado textos con muy diversos temas: ha habido sesiones sobre las historias de periódicos como Excélsior y Unomásuno, de revistas clásicas como Hoy y Rotofoto. También se han discutido avances de investigaciones sobre otra clase de temas, como la radio a principios del siglo XX, la difusion de las ideas liberales en México luego de la Guerra de Independencia, el Festival Musical de Avándaro de 1971 visto por la prensa de su tiempo, y otros más.
El seminario tiene por objetivo contribuir al estudio de la prensa mexicana y de este modo colaborar con publicaciones y proyectos que contribuyan a entender mejor cómo se ha desempeñado el oficio periodístico en nuestro país. Como señala Ana Serna: "creo que la prensa y el periodismo son herramientas esenciales para una sociedad democrática como la que estamos tratando de construir, y por eso espero que colaboremos a historiarlas".

Conocer el pasado para superar el miedo



Por Max Vite

Después de dos años de dedicarse a la recopilación de documentos e ir a las fuentes directas de información en el Archivo General de la Nación, Jacinto R. Munguía enfrentó el “proceso de armar un ejemplar que ha sido terapéutico, no puedo tenerlo y que no se sepa”.

La apertura de los archivos secretos que guarda el antiguo Palacio de Lecumberri, ha permitido a investigadores, historiadores y también a periodistas, obtener información de primera mano a fin de descubrir la otra cara de la historia.

Dedicado de tiempo completo a este quehacer, el periodista y columnista Jacinto R. Munguía escribió Las nóminas secretas de Gobernación, “libro que si se mueve, lo hace solo; hay que darle un empujón”, el cual está dirigido no sólo a comunicadores y estudiantes, sino también a historiadores.

En entrevista con Zócalo, Jacinto R. Munguía, quien colabora para el semanario Proceso, consideró que la apertura de los archivos secretos no ha sido bien calculada por parte del presidente Vicente Fox, “la emoción de responder a todo, esa actitud de actuar a botepronto, de dar mucho, lo obligó a ofrecer la apertura y creo que valió la pena aun cuando haya sido un riesgo para el sistema abrirlos a la larga”.

Al retomar el tema de uno de los capitulados del libro, afirma que esta acción “tendrá un costo, pero es mejor que no haya un cálculo político; es una de las ventajas que tiene la apertura, lástima que no se aprovechen como deberían ahora que están abiertos”.

La XXV Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería será el escenario idóneo para presentar su libro en la excapilla de este recinto universitario el día 25 a las 19:00 hrs. Lo acompañarán Ciro Gómez Leyva (conductor de CNI Canal 40), Pascal Beltrán del Río (periodista), Kate Doyle (encargada del proyecto Archivos de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington) y Ernesto Villanueva (abogado especialista en medios y presidente de LIMAC).

Nuestros recursos para el espionaje
Entre las razones para analizar el tema de los archivos y hablar de las nóminas, el también colaborador de Zócalo señala: “…es importante convertirlo en libro y publicarlo porque son los recursos con los cuales se alimentó a los agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), la segunda sección de la Defensa Nacional; son recursos públicos, era el dinero de mis padres, de mis abuelos, de mis tíos, quienes generaban sus impuestos, que los pagaban al Estado y él los utilizaba para reprimir o tener aparatos policiacos. No hacían inteligencia, se dedicaban a violar, vulnerar, espiar lo más elemental que tenemos como ciudadanos: nuestra intimidad, nuestra privacidad.

“El Estado mismo te espiaba a través de sus aparatos, además de eso utilizaba los recursos que tú o yo generábamos como ciudadanos. De pronto eso es molesto, yo te pagaba para que tú me espiaras; contribuía para que tú me espiaras.

“Por eso se justifica. Ni todo es espionaje, ni DFS, ni asesinatos, pero el dinero como se distribuía es de observarlo y pedir explicación; partidas para todo: especiales, secretas, entrevistas… en qué país vivíamos. Gobernación hacía una distribución de dinero grotesca. La agravante es que ese dinero se utilizó para espiar, esa es la principal causa y justificación de este libro”.

Tres décadas en las sombras
Apoyado en las 3,052 cajas de documentos que existen en la Galaría dos –en donde hay información e infinidad de objetos procedentes de la DFS–, así como con las de la uno y la siete –reservadas para la DIPS y Defensa Nacional, respectivamente–, Jacinto R. Murguía precisa que en las tres últimas décadas se pensaba que no existían archivos, que los habían quemado o destruido, aunque también había la creencia de que estaban en las casas de los encargados de la seguridad nacional, de funcionarios de Gobernación.
“No dudo que parte importante de la historia esté en los archivos personales, pero la idea de que no los había provocó que mucha gente viviera con ese concepto, y cuando se abren el interés es poco porque no saben que están ahí. No se ha difundido lo que hay ahí, no se difunde a detalle o con la particularidad de qué es lo que hay”, apuntó.

Aunque el libro –el cual se editó con apoyo de LIMAC, en donde también se desempeña como investigador–, contempla dos décadas, Munguía señala que la historia es más que la guerra sucia. “Es la deuda más importante, es la ira, la vergüenza que debemos saldar y como país la tenemos que enfrentar. Hay muchos documentos, historias donde se cruzan los intelectuales, la cultura, la pintura, la fotografía; no todo es guerra sucia ni 68. Creo que, por salud mental, de pronto debemos darle una pequeña vuelta de hoja a esos años y mirar qué había más allá, cómo se movía este país, esa actitud de un país absolutista, autoritario, que impactaba en redes muy concretas de la vida de la cotidianeidad, cómo vivía la gente. Está claro que para entender esa dinámica debes convivir con los archivos”.

Al hablar del compromiso que se tiene por parte de los comunicadores, Munguía reconoció que se abrió una caja de Pandora, “pero hay una responsabilidad de quienes investigamos en los archivos. En los medios de comunicación ese es un acento que debemos poner, hay que poner mucho énfasis en ello; debemos pensar menos en la nota, en el escándalo.

“Este proceso de apertura nos obliga asumir otra actitud ante la historia, a largo plazo. Así como aprendemos de la historia, también nos está educando en otro tipo de actitud como periodistas. Es una caja interesante para quienes deseen verla como algo escandaloso, meramente para vender; la historia también vende, se ha vuelto un gran negocio para los medios. Creo que apenas comienza y tiene para largo”.

Los rostros del otro México
En la entrevista Jacinto R. Munguía no se limitó a hablar del libro, también comentó las diferentes situaciones que vivió el país, el AGN, los sistemas de seguridad nacional de aquellos años.

“Hay mucho que decir; veamos los rostros del otro México, el de esos años. La historia nos debe servir para empezar a reírnos, el miedo hay que empezar a expulsarlo y reírnos de ese poder. Basta de tenerle miedo, va acompañado. Si nos damos cuenta cómo se construyó ese poder, cómo impactó en la cotidianeidad y la manera de cometer cosas de risa y absurdos, ahí nos vamos a reencontrar. Las deudas se están saldando, ya me río de ti, ya no te tengo miedo, ya estuvo. Si seguimos en el círculo de la guerra sucia reproducimos un discurso del miedo que, en el fondo, fue lo que le funcionó al sistema”.

Pero en sus visitas cotidianas al Palacio de Lecumberri no todo es abrir cajas, también hay situaciones y anécdotas chuscas, así como personas agradables y con conocimientos del tema con las que se encontró. Al respecto señala: “Una de las mejores anécdotas es conocer a personajes clave para la historia de México, como Vicente Capello, hombre con todas sus contradicciones, se le pueden reprochar muchas cosas y cuestionar otras tantas; sus vínculos, relaciones y amistad con personajes como Fernando Gutiérrez Barrios, Nazar Haro y todo lo que fue la DFS; más allá de eso, es un personaje que sin él no tendríamos gran parte de estos archivos. Se le ha encajonado más en el personaje del miedo, tenebroso, como Guillermo de Baskerville, quien resguarda esa gran biblioteca. Es un hombre fiel a esa biblioteca, además de no permitir que alguien vulnere lo que ha costado tanto tiempo. Hay mucho que contar”.

viernes, marzo 20

Los ricos también lloran... 50 años de telenovelas en México


En El Observatorio purépecha

Vaya escándalo y berrinche que han armado los medios electrónicos de comunicación (radio y TV) por la aprobación de la reforma electoral en el Senado de la república. Ya varios comentaristas han escrito sobre el maravilloso reality show que organizaron el martes 11 de septiembre (fecha con carga simbólica) los empresarios de la radio y la televisión acompañados por sus empleados los presentadores y locutores de los principales programas de tales medios.
Coincidentemente en estos días he estado leyendo el libro La Otra Guerra Secreta, Los archivos prohibidos de la prensa y el poder, de Jacinto Rodríguez Munguía, publicado en la serie Debate de Random House Mondadori México. Creo que la lectura de esta obra nos permite entender mejor el fenómeno actual, las perversas relaciones que desde siempre se han dado entre el poder y los medios de comunicación en nuestro país.

El libro es el resultado de la investigación que su autor, periodista que ha trabajado en Milenio Semanal, Proceso y Emeequis, entre otros medios, realizó en el Archivo General de la Nación a partir de que se desclasificaron los archivos que durante años permanecieron como top secret de las administraciones priistas. A partir de su lectura se confirma lo que durante muchos años sólo se percibía o se sospechaba: la profunda imbricación que existía (y sigue existiendo) entre los gobiernos en turno y los medios de comunicación en nuestro país (incluyendo, desde luego, a los escritos: periódicos y revistas). (Ver aquí una nota de Lorenzo Meyer sobre este libro).
Y digo que sigue existiendo pues de qué otra forma se pueden entender varios hechos ocurridos ya sin el PRI en el poder ejecutivo: el Chiquihuitazo (que permitió a Fox cubrirse de gloria con el famoso: "¿y yo porqué?" cuando se exigía su intervención para frenar el acto delincuencial de TV Azteca al apoderarse de las instalaciones de CNI Canal 40); el decretazo mediante el cual la señora Marta Sahagún, por intermedio de su cónyuge, devolvió a los concesionarios el 12.5% del tiempo aire que estaban obligados a cubrir al Estado, como parte de sus obligaciones fiscales; la cancelación de adeudos fiscales de la Cooperativa Excélsior, claro, una vez que fue adquirida por uno de los empresarios consentidos del sexenio foxista, Olegario Vázquez Raña (quien, coincidentemente, hizo gerente de relaciones públicas del Hotel Camino Real Ciudad de México, de su propiedad, a Cristina Fox, la hija de Chente). Y así podríamos seguir hasta la aprobación unánime de la llamada Ley Televisa, que concedía a los concesionarios de radio y TV el uso, sin pago de derecho alguno, de la banda ancha que el desarrollo tecnológico posibilitó en el espectro radioeléctrico, con lo cual podrían ofrecer servicios adicionales, no contemplados en el título de concesión, incrementando estratosféricamente sus ingresos prácticamente sin invertir nada.
Lo que hace diferente a la relación actual entre los medios y el poder político a la de hace dos o tres décadas es que ahora el poder efectivo reside en los medios. La transición del autoritarismo a la democracia acotada que tenemos en la actualidad permitió que el equilibrio del poder se modificara y que cada vez sean más importantes (o al menos más visibles) los llamados poderes fácticos: los empresarios, los medios de comunicación, la iglesia, etc. Es impresionante leer en el libro de Rodríguez Munguía todas las disposiciones emitidas por la Secretaría de Gobernación para mantener los "valores" mexicanos frente a la amenaza comunista (en la que podía caber cualquier cosa que no gustara a los personeros del régimen) y las medidas utilizadas por las autoridades para garantizar la obediencia de los medios. Pero igualmente reveladoras resultan las evidencias duras de la anuencia y aun el gusto de los dueños de los medios y de gran parte de los periodistas por congraciarse con el poder. De alguna forma me hicieron recordar la película La vida de los otros, en la que se develan los mecanismos de control aplicados por la Stazi, la policía política de Alemania del Este, pero también la colaboración que muchos ciudadanos le prestaban para denunciar a quienes pensaban o actuaban de manera diferente a la oficial.
Y como los dueños de los medios de comunicación sienten que ahora son ellos quienes tienen el poder no soportan que se insurreccionen los legisladores y se atrevan a atentar en contra de sus multimillonarias ganancias, por lo cual han puesto el grito en el cielo y una campaña "por la libertad" en sus pantallas. De ahí la histeria que vemos, sobre todo en TV Azteca, en donde uno de los principales amanuenses, Sergio Sarmiento, llama a una cruzada nacional por la libertad y exige un referéndum, claro que dando un tiempo prudente para que las manipulaciones electrónicas puedan surtir efecto. Y ahí tenemos a Joaquín López Dóriga (a quien el oligofrénico Pedro Ferriz no se atrevería a llamar Joaquín López) convertido en un ardiente defensor de la libertad, sí pero de la libertad de sus patrones para seguir esquilmando y "entreteniendo" al pueblo mexicano.

México aún clama por justicia cuarenta años después de matanza de Tlatelolco

  • El 2 de octubre de 1968, el Ejército disolvió a tiros un mitin estudiantil

Diversos sectores sociales demandan justicia por ese crimen que marcó a México y por el que nadie ha sido juzgado ni sentenciado

CIUDAD DE MÉXICO.- Cuarenta años después de la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en la plaza de Tlatelolco, diversos sectores sociales demandan justicia por ese crimen que marcó a México y por el que nadie ha sido juzgado ni sentenciado.

"Emplazamos a todos los sectores sociales, a las fuerzas políticas, a las instituciones a dar una respuesta y reconocer que la masacre del 2 de octubre fue un crimen de Estado que debe ser juzgado", dijo el dirigente del "Comité del 68" y uno de los líderes de ese movimiento, Raúl Álvarez Garín.

Explicó que la demanda de justicia ha permitido el arresto domiciliario del ex presidente Luis Echeverría (1970-1976), quien entonces se desempeñaba como ministro de Gobernación del mandatario Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y que ha sido acusado de genocida por su participación en esa matanza y en la llamada "guerra sucia".

El 2 de octubre de 1968, el Ejército disolvió a tiros un mitin estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de Tlatelolco de la capital, en un hecho que causó unas cuatro decenas de muertos, según las cifras oficiales, aunque grupos civiles elevan la cifra de fallecidos a 400.

El juicio por genocidio contra Echeverría se ha aplazado desde hace dos años, después de que un juez ordenó la liberación de su arresto domiciliario por prescripción del delito, en una decisión que fue impugnada por el "Comité del 68" para reiniciar nuevamente el proceso contra el ex mandatario.

Álvarez Garín indicó que el caso por genocidio se llevará a los foros y tribunales internacionales, y en particular, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que den su fallo sobre los crímenes de lesa humanidad.

"No se puede exonerar a Luis Echeverría como se ha pretendido hacer, si a nivel interno no se resuelve lo llevaremos al ámbito internacional", indicó.

Señaló que una exigencia actual es reactivar a la fiscalía especial para los desaparecidos que había avanzado en la investigación de numerosos hechos de tortura y recordó que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha reconocido 270 desaparecidos, así como la presunta responsabilidad de 70 funcionarios.

"El comité del 68", que agrupa a diversos dirigentes del movimiento estudiantil, ha pugnado por el juicio penal y político contra todos los culpables de la matanza de ese año y ha preparado diversas actividades para conmemorar el 40 aniversario del 2 de octubre.

Cada año, las organizaciones civiles y políticas llevan marchan desde Tlatelolco hacia el Zócalo capitalino para recordar a las víctimas y para reiterar su exigencia de justicia.

El escritor Jacinto Rodríguez Munguía dijo en una entrevista con Efe que aunque se han escrito miles de cuartillas sobre el movimiento estudiantil, la sociedad aún espera una verdad que explique las causas de la matanza y se haga el juicio histórico de todos los responsables.

Rodríguez señaló que cuatro décadas después de esos acontecimientos han comenzado a revelarse algunos de los conflictos entre los grupos que se disputaban el poder en el proceso de transición presidencial, que finalmente fue ganada por Luis Echeverría.

El experto, quien escribió el libro "1968: Todos los culpables", dijo que el Gobierno de Díaz Ordaz contaba con toda la información sobre el movimiento estudiantil y la masacre pudo haberse evitado si no hubiera sido por la pugna por la sucesión presidencial.

"El 2 de octubre fue una arena donde se dirimieron los conflictos entre los principales generales y políticos", afirmó Rodríguez.

No obstante, la sociedad espera un reconocimiento por parte del Estado de su responsabilidad en esos hechos, e incluso reclama una valoración histórica del papel que jugaron los medios de comunicación, la Iglesia Católica y numerosas instituciones que callaron ante la violación de los derechos humanos.

La escritora Elena Poniatowska, autora del libro "La noche de Tlatelolco", indicó recientemente que ahora que se cumplen 40 años de esos hechos "es un problema que no se ha resuelto".

"Todavía no se conoce el número de muertos y cada vez se descubren más cosas sobre esta masacre, que es ignorada o, más bien, escondida por el Gobierno", señaló.

Investigando historias de periodistas





Los historiadores hemos usado a los medios de comunicación como fuente para hacer nuestras investigaciones. Son miles los libros que se han escrito usando la información contenida en periódicos para ello. Sin embargo, el estudio de la prensa en sí es algo relativamente reciente.

A los investigadores del ser humano en el tiempo nos interesa cada vez más saber
cómo se han elaborado los diarios, qué tipo de relaciones se establecían entre los trabajadores de la prensa, cuáles eran los variados discursos que un sólo diario podía contener y la manera en que éstos cambiaron con el paso del tiempo.
Por supuesto que una parte fundamental del estudio historiográfico de la prensa radica en conocer sus relaciones con el Poder. Es muy interesante investigar los encuentros y desencuentros con los poderosos de su tiempo, y la manera como esta relación se institucionalizó hasta llegar a lo que vivimos el día de hoy.
Uno de los mejores lugares donde se investiga el pasado de la prensa mexicana es el seminario Periodismo, Historia y Sociedad en México, el cual tiene como sede en Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y es coordinado por la Dra. Ana María Serna.
El seminario nació en 2005 como un intento de vincular a periodistas e historiadores interesados por analizar la evolución de la prensa en México. Este seminario se reune una vez al mes para discutir un texto enviado por alguno de los participantes. En estos cuatro años, ha contado con la participación de destacados historiadores y periodistas, como Antonio Saborit, Ricardo Pérez Montfort, Alberto del Castillo y Marco Lara Klahr, entre muchos otros. También participó Jacinto Rodríguez Munguía, presentando una parte de su famoso libro La otra guerra secreta: los archivos prohibidos de la prensa y el poder.
En el seminario se han analizado textos con muy diversos temas: ha habido sesiones sobre las historias de periódicos como Excélsior y Unomásuno, de revistas clásicas como Hoy y Rotofoto. También se han discutido avances de investigaciones sobre otra clase de temas, como la radio a principios del siglo XX, la difusion de las ideas liberales en México luego de la Guerra de Independencia, el Festival Musical de Avándaro de 1971 visto por la prensa de su tiempo, y otros más.
El seminario tiene por objetivo contribuir al estudio de la prensa mexicana y de este modo colaborar con publicaciones y proyectos que contribuyan a entender mejor cómo se ha desempeñado el oficio periodístico en nuestro país. Como señala Ana Serna: "creo que la prensa y el periodismo son herramientas esenciales para una sociedad democrática como la que estamos tratando de construir, y por eso espero que colaboremos a historiarlas".

Cuando hay que hacerlo, hay que hacerlo




Cosa difícil para un periodista hablar (mal) de algunos medios o de algunos colegas. El clásico aforismo propone que “dos aleznas no se pican” o, más chabacanamente: “Perro no come perro”.

Pero cuando hay que hacerlo, hay que hacerlo. Hay que armarse de valor y hacerlo.

Y lo hizo el periodista Jacinto Rodríguez Munguía, luego de varios años de hurgar en las entrañas del Archivo General de la Nación, donde está guardado un buen trozo de la historia reciente de México, no la de los libros de texto, sino la de los reportes de inteligencia y los partes de seguridad.

El resultado de sus varios años de investigación (que se me ocurre que parecen la labor de un minero metido todo el día en el socavón, a la espera del destello dorado que revela el filón de oro) acaba de ser editado por Random House, con el nombre de La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder.

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Durante la era de las dictaduras que padeció América Latina, metida con calzador en los vericuetos de la Guerra Fría, México presumía de tener un gobierno civil, democrático y de libertades.

Bueno… civil sí era.

Pero el control que ese gobierno supuestamente democrático y de libertades tenía sobre la prensa era digno de las más férreas dictaduras conosureñas.

Como señala Jacinto Rodríguez en la presentación de su libro: “Entre 1960 y 1980 América Latina vivió una larga noche de dictaduras, la mayoría de corte militar con consecuencias que hasta ahora se conocen: miles de detenciones, desapariciones, torturas y crímenes de lesa humanidad. En esos años en México el Partido Revolucionario Institucional presumía un gobierno civil y en democracia pero, al final de esa noche, con el mismo saldo: detenciones, desapariciones, torturas y crímenes de lesa humanidad. En ambos casos (gobiernos militares y priista) esto fue posible con la presencia/ausencia de un grupo social clave: los medios de comunicación.

Para el caso de México, ésta relación sería concebida por el gobierno como una tiranía invisible”.

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Sabemos que los presidentes priistas, prácticamente todos, ejercían presión sobre los medios de muchas maneras: el otorgamiento o no de publicidad, los subsidios, las concesiones del espectro radioeléctrico o, más sencillamente, el flujo de papel a través de la Productora e Importadora de Papel (PIPSA).

El libro de Rodríguez Munguía detalla esas presiones y otras, provenientes del chantaje, del espionaje, de la intercepción de llamadas telefónicas, de los informantes…

Pero, lo que es peor, el libro también da cuenta de aquellos profesionales de la comunicación que se sometían voluntaria y gustosamente al yugo de la censura, tal vez en busca de reconocimiento o palmaditas en la espalda.

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Cómo me gustaría que Jacinto Rodríguez Munguía usara la información que ha obtenido del AGN, en todos esos años de investigación, para elaborar esa otra gran historia que los mexicanos del siglo 21 estamos esperando (y, por favor, no me citen el libro de Jorge G. Castañeda): la de las entrañas de la Guerra Sucia, la de los grupos guerrilleros, sus orígenes y motivaciones y que respondiera la gran pregunta: ¿cómo se financiaban?

Ahí, don Jacinto, como cosa suya, ¿no?

Por una ley de transparencia







* No se puede esperar mucho de los medios de comunicación que están cerca del poder.


* Tanto en México, Venezuela... y como en todos los paìses de América Latina los salarios de los funcionarios públicos de alta y mediana jerarquía deben estar a la vista de la gente en general.


Los periodistas deben tener acceso a los documentos públicos que no sean considerados seguridad de Estado,


* La corrupción es muy pelligrosa en la estructura de poder del Estado.


* La Constitución de la República Bolivariana, la Ley de Procedimientos Administrativos y la Ley sobre el Estatuto de la Función Pública amparan el acceso a la información pública y las sanciones de los funcionarios que las incumplan.

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El Foro"Acceso a la Información y Libertad de Prensa: a 200 años de la imprenta en Venezuela", realizado el martes 23 de septiembre del presente año, fue una interesante charla dirigida a periodistas, estudiantes de comunicación social, profesores universitarios y ciudadanos interesados en el tema. La temática está inscrita en el Mes del Acceso a la Información promovido por la Coalición Proacceso, el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) de Venezuela y el Colegio Nacional de Periodistas.

Por Venezuela, los ponentes fueron los colegas Alfredo Meza (co-autor del libro “El acertijo de Abril”) y actual editor de la revista PODER en nuestro país. E igualmente el periodista Ewald Scharfenberg, Director Ejecutivo del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela (IPYS), colaborador de medios locales y de revistas como Gatopardo, Exceso y Contrabando.

Ambos se refirieron a la libertad de prensa y el derecho a la información en Venezuela, dejando claro que definitivamente hay una defensa a ultranza de las dos parcelas políticas en el país, visiones que uno detectaba fácilmente al escuchar o ver un medio de comunicación.


En esta oportunidad nos vamos a enfocar en los planteamientos del destacado periodista mexicano, Jacinto Rodríguez Mungía, quien habló de las rutas en paralelo de la Ley de Acceso a la Información, vigente en México pero con mil trabas y tropiezos en el camino que se vaya a transitar: “Cuando se abre una puerta, se abren otras. Hay que empezar abrir puertas…El ejercicio del periodismo hay que verlo como un servicio público y como un trabajo en el cual dejamos en el camino, divorcios, problemas personales, y que por encima de todo te divierte.”

A muchas conferencias de periodistas extranjeros a las cuàles hemos ido como oyentes, siempre nos ha llamado en especial la atención las ponencias de los periodistas mexicanos, colombianos y españoles. Por alguna razón u otra siempre logran “engancharnos” con sus temas, denuncias y propuestas.

El colega mexicano hizo una fuerte crítica a los medios de comunicación que están cerca del poder y resaltó su inquietud con una pregunta: ¿Qué se puede esperar?.

Hizo severos cuestionamientos a la gestión saliente de Vicente Fox por lo despilfarrador que fue conjuntamente con su esposa Martha Sahagún:¡Compraban toallas a precios escandalosos de 400 dólares cada una!.

Refirió que los salarios de los funcionarios públicos de alta y mediana jerarquía en México eran ofensivos:
“ Tanto en México, como en cualquier país de América Latina los salarios de estos funcionarios deben estar a la vista de la gente en general. No pueden ser un secreto de estado. Hay que enfrentar a la corrupción, porque la misma es muy peligrosa en el aparato estructural del poder”.

Los periodistas deben tener acceso a los documentos públicos, y se te dicen que nó, preguntar ¿por qué?, y solicitar luego un amparo. Los periodistas y la gente en general tienen el derecho de saber cuánto ganan los funcionarios públicos.

Es de destacar que Jacinto Rodríguez Munguía (México), es un periodista investigador de la Revista Eme-equis de México. Autor del libro Autor de La Otra Guerra Secreta: Los archivos prohibidos de la prensa y el poder, obra basada en solicitudes de información pública. Conferencista en foros internacionales sobre periodismo anticorrupción; archivos secretos y periodismo y ley de acceso a la información, entre otros temas.

El libro del colega mexicano: La Otra Guerra Secreta

Nunca hubo una época en el que la prensa haya estado más lejos de la sociedad como durante los años duros del 68 y la Guerra Sucia, cuando propietarios y reporteros de medios escritos, radio y televisión decidieron dar la espalda a los ciudadanos y actuar en connivencia con las altas esferas del poder para ocultar los hechos, para difamar a los opositores, para halagar y endulzar los oídos de los ocupantes de Los Pinos y de Bucareli.


De acuerdo con el libro La Otra Guerra Secreta, editado por Mondadori y que a partir de este próximo 15 de agosto entra en circulación, existen miles y miles de hojas, reportes completos de la Secretaría de Gobernación y de la Presidencia de la República, transcripciones de llamadas telefónicas interceptadas ilegalmente y tarjetas confidenciales que prueban la complicidad y el maridaje vividos en los años en que los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría eran prácticamente dioses en la tierra.


Los documentos rescatados del Archivo General de la Nación proporcionan evidencias hasta ahora desconocidas de ese pasado oscuro de la prensa mexicana: qué periodistas estaban en las nóminas de Gobernación, qué regalos recibían, qué dueños de medios se inclinaban, quiénes se humillaban por dádivas, qué personajes eran objeto de espionaje, cómo actuaba el poder para desestabilizar a los medios críticos e incómodos.


Dividido en siete capítulos, el libro –editado bajo el sello Debate–, proporciona amplia información inédita. Aparecen nombres y más nombres: Regino Díaz Redondo, Manuel Buendía, Juan Francisco Ealy Ortiz, José Pagés Llergo, Gabriel Alarcón, Emilio Azcárraga, Francisco Galindo Ochoa, Julio Scherer García, Manuel Marcué Pardiñas, Jacobo Zabludovsky, Pedro Ferriz, entre otros.


En sus cerca de 500 páginas, la obra muestra rasgos esenciales de la otra guerra, la guerra secreta, la de la alianza de los medios y el poder:


• Los estudios, los ensayos, los documentos elaborados al más alto nivel de la estrategia de propaganda política y mediática: la estrategia del rumor, el control vía publicidad y otros mecanismos institucionales. Cartas de los empresarios de los medios, etc.