viernes, noviembre 9

Una prensa vergonzosa



El poder en México no se atreve a borrarse a sí mismo de la historia
texto y foto: Juan José Flores Nava
Martes, 6 de noviembre de 2007
  • Rodríguez Munguía nos cuenta la otra guerra secreta.


Jacinto Rodríguez Munguía.

El dicho es uno solo: perro no come perro. La prensa mexicana es reacia a revisar la relación de connivencia, complicidad, complacencia, hipocresía..., que ha mantenido con el poder. Especialmente frente al Estado criminal de los años sesenta a ochenta. Pero es justo un periodista, Jacinto Rodríguez Munguía, quien ahora cuenta esa historia.

En el libro La otra guerra secreta / Los archivos prohibidos de la prensa y el poder (Debate), Jacinto Rodríguez Munguía expone, con base en documentos hoy resguardados en el Archivo General de la Nación, una ironía: mientras a muchos medios se les olvidó registrar la historia negra del Estado mexicano, a los hombres del poder no. Ellos, los hombres del poder, dejaron huella de la barbarie militar y policiaca que aplicaron en contra de estudiantes en 1968 y 1971, en contra de una guerrilla que nunca terminó de ser o en contra de mexicanos a los que veían como opositores.

Tras casi seis años de investigación, los archivos consultados y exhibidos por Rodríguez Munguía dejan lecciones como, primera, que frente al poder y sus acciones la mayoría de los periodistas optó por la conveniencia; segunda, que frente al miedo que imponía el poder a través de sus mecanismos de control, subsidio, papel, publicidad, la mayor parte de los medios eligió la conveniencia; y tercera y muy importante: que en muchos casos no fue necesaria la cooptación, la presión, el control del papel ni la publicidad, pues los dueños de los medios y los periodistas mismos asumieron las decisiones del poder como suyas, optando por la conveniencia antes que por una responsabilidad ética. Más aún, en otros casos no hubo siquiera necesidad de tomar decisiones, ya que el proyecto ideológico del gobierno coincidía con el de los empresarios de los medios, incluso con el de los mismos periodistas.

-Nuestro gremio se equívoco -dice Jacinto Rodríguez Munguía-, cometió muchos errores. Y no hay otra manera para dar un salto de calidad que mirando esos errores. Es necesario procesar este tipo de historias para mirarnos de otra manera.

-¿Cómo se explica la ironía de que es el poder, y no los medios, el que guarda para la posteridad registro de sus abusos y arbitrariedades, de sus excesos?

-Lo que he podido ver sobre esos años me indica que hay una necesidad humana de dejar huella de lo que hacemos. Nos pasa a todos. Todos tratamos de que nos recuerden con algo o por algo. Con mayor medida el poder. Los documentos que revisé durante seis años en el Archivo General de la Nación, ahora lo sé, son apenas una parte de un inmenso acervo que existe en las casas de muchos políticos. Los que han tenido poder necesitan trascender a su propia muerte y refrendar lo que fueron. El poder en México no se atreve a borrarse a sí mismo. Porque, entonces, ¿cómo demuestra qué fue? ¿Nada más por lo que se cuenta o lo que dijeron? No. Nunca le es suficiente. Quiere dejar pruebas, huellas concretas de lo que hizo. Los hombres del poder no podían borrarse a sí mismos. No dejar documentos implicaba anularse y eso me parece inconcebible en el sistema político mexicano. Aunque también hay algo de azar en todo, de destino. Funcionarios que actuaron en esa época me han dicho, tras la aparición del libro, que poseen documentos.

-Pero es claro que, por el lado de la prensa, "perro no come carne de perro". Hay una tradición de complicidades entre los medios y periodistas para, como usted señala, callar o no hacer públicos los conflictos o problemas que tuvieran que ver con los medios.

-Cuidé mucho no caer en el panfleto y no hacer especulaciones durante la redacción del libro. Es la información la que sostiene todo lo que publico. Nunca me detuve a ver quién me cae bien o quién me cae mal, sino que son las historias, los documentos, los que hablan de lo que han sido muchos personajes del periodismo mexicano. Por eso hablo de cómo la prensa fue en esa época, y en muchos casos sigue siendo, una aliada del poder, con todo lo que eso implica. Es una alianza que va más allá de cuestiones económicas. Lo cual da vergüenza. El mismo Miguel Ángel Granados Chapa habla de una prensa vergonzosa que fungía como aliada del gobierno, a veces ni siquiera por dinero, por mantener su poder económico, sino por un asunto ideológico. Eso es grave para la prensa de cualquier parte del mundo. Tal vez se pueda justificar cierta postura por un temor a perder la concesión o a no recibir papel para imprimir el diario, pero cuando uno se encuentra cartas, conversaciones, en las que se establecen acuerdos entre los medios para no criticar las posturas y el papel de los otros medios, estamos en el terreno de la connivencia. Por eso para muchos colegas el libro es provocativo, tienen que confrontarse a sí mismos. Quien entra al libro, no sale ileso. Termina preguntándose: "Si estos periodistas actuaron así, ¿yo cómo estoy actuando hoy?"

-Con el índice onomástico al final del libro a muchos les hizo un favor, pues les ayuda a no pasar varias horas hojeándolo para ver si su nombre aparece o no en los archivos del gobierno.

-Sí, me han dicho que el libro empieza a leerse por las páginas finales. Incluso se dice que muchos periodistas no llevan el libro a las redacciones, pero lo leen en su casa para buscarse en privado. Lo mismo, ni modo, a mucha gente el libro le va a servir para reforzar sus estrategias de control de información. Aquí está cómo actuaron y cómo siguen actuando empresarios de los medios, periodistas y políticos. Pero también vamos viendo y entendiendo todos cómo funciona el poder, para estar más alerta frente a sus mecanismos.

-Aquí hay tips para que el actual secretario de Gobernación borre las pruebas que debe haber sobre las atrocidades contra los manifestantes en Guadalajara hace algunos años.

-No lo dudes...

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