Por Max Vite
Después de dos años de dedicarse a la recopilación de documentos e ir a las fuentes directas de información en el Archivo General de la Nación, Jacinto R. Munguía enfrentó el “proceso de armar un ejemplar que ha sido terapéutico, no puedo tenerlo y que no se sepa”.
La apertura de los archivos secretos que guarda el antiguo Palacio de Lecumberri, ha permitido a investigadores, historiadores y también a periodistas, obtener información de primera mano a fin de descubrir la otra cara de la historia.
Dedicado de tiempo completo a este quehacer, el periodista y columnista Jacinto R. Munguía escribió Las nóminas secretas de Gobernación, “libro que si se mueve, lo hace solo; hay que darle un empujón”, el cual está dirigido no sólo a comunicadores y estudiantes, sino también a historiadores.
En entrevista con Zócalo, Jacinto R. Munguía, quien colabora para el semanario Proceso, consideró que la apertura de los archivos secretos no ha sido bien calculada por parte del presidente Vicente Fox, “la emoción de responder a todo, esa actitud de actuar a botepronto, de dar mucho, lo obligó a ofrecer la apertura y creo que valió la pena aun cuando haya sido un riesgo para el sistema abrirlos a la larga”.
Al retomar el tema de uno de los capitulados del libro, afirma que esta acción “tendrá un costo, pero es mejor que no haya un cálculo político; es una de las ventajas que tiene la apertura, lástima que no se aprovechen como deberían ahora que están abiertos”.
La XXV Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería será el escenario idóneo para presentar su libro en la excapilla de este recinto universitario el día 25 a las 19:00 hrs. Lo acompañarán Ciro Gómez Leyva (conductor de CNI Canal 40), Pascal Beltrán del Río (periodista), Kate Doyle (encargada del proyecto Archivos de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington) y Ernesto Villanueva (abogado especialista en medios y presidente de LIMAC).
Nuestros recursos para el espionaje
Entre las razones para analizar el tema de los archivos y hablar de las nóminas, el también colaborador de Zócalo señala: “…es importante convertirlo en libro y publicarlo porque son los recursos con los cuales se alimentó a los agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), la segunda sección de la Defensa Nacional; son recursos públicos, era el dinero de mis padres, de mis abuelos, de mis tíos, quienes generaban sus impuestos, que los pagaban al Estado y él los utilizaba para reprimir o tener aparatos policiacos. No hacían inteligencia, se dedicaban a violar, vulnerar, espiar lo más elemental que tenemos como ciudadanos: nuestra intimidad, nuestra privacidad.
“El Estado mismo te espiaba a través de sus aparatos, además de eso utilizaba los recursos que tú o yo generábamos como ciudadanos. De pronto eso es molesto, yo te pagaba para que tú me espiaras; contribuía para que tú me espiaras.
“Por eso se justifica. Ni todo es espionaje, ni DFS, ni asesinatos, pero el dinero como se distribuía es de observarlo y pedir explicación; partidas para todo: especiales, secretas, entrevistas… en qué país vivíamos. Gobernación hacía una distribución de dinero grotesca. La agravante es que ese dinero se utilizó para espiar, esa es la principal causa y justificación de este libro”.
Tres décadas en las sombras
Apoyado en las 3,052 cajas de documentos que existen en la Galaría dos –en donde hay información e infinidad de objetos procedentes de la DFS–, así como con las de la uno y la siete –reservadas para la DIPS y Defensa Nacional, respectivamente–, Jacinto R. Murguía precisa que en las tres últimas décadas se pensaba que no existían archivos, que los habían quemado o destruido, aunque también había la creencia de que estaban en las casas de los encargados de la seguridad nacional, de funcionarios de Gobernación.
“No dudo que parte importante de la historia esté en los archivos personales, pero la idea de que no los había provocó que mucha gente viviera con ese concepto, y cuando se abren el interés es poco porque no saben que están ahí. No se ha difundido lo que hay ahí, no se difunde a detalle o con la particularidad de qué es lo que hay”, apuntó.
Aunque el libro –el cual se editó con apoyo de LIMAC, en donde también se desempeña como investigador–, contempla dos décadas, Munguía señala que la historia es más que la guerra sucia. “Es la deuda más importante, es la ira, la vergüenza que debemos saldar y como país la tenemos que enfrentar. Hay muchos documentos, historias donde se cruzan los intelectuales, la cultura, la pintura, la fotografía; no todo es guerra sucia ni 68. Creo que, por salud mental, de pronto debemos darle una pequeña vuelta de hoja a esos años y mirar qué había más allá, cómo se movía este país, esa actitud de un país absolutista, autoritario, que impactaba en redes muy concretas de la vida de la cotidianeidad, cómo vivía la gente. Está claro que para entender esa dinámica debes convivir con los archivos”.
Al hablar del compromiso que se tiene por parte de los comunicadores, Munguía reconoció que se abrió una caja de Pandora, “pero hay una responsabilidad de quienes investigamos en los archivos. En los medios de comunicación ese es un acento que debemos poner, hay que poner mucho énfasis en ello; debemos pensar menos en la nota, en el escándalo.
“Este proceso de apertura nos obliga asumir otra actitud ante la historia, a largo plazo. Así como aprendemos de la historia, también nos está educando en otro tipo de actitud como periodistas. Es una caja interesante para quienes deseen verla como algo escandaloso, meramente para vender; la historia también vende, se ha vuelto un gran negocio para los medios. Creo que apenas comienza y tiene para largo”.
Los rostros del otro México
En la entrevista Jacinto R. Munguía no se limitó a hablar del libro, también comentó las diferentes situaciones que vivió el país, el AGN, los sistemas de seguridad nacional de aquellos años.
“Hay mucho que decir; veamos los rostros del otro México, el de esos años. La historia nos debe servir para empezar a reírnos, el miedo hay que empezar a expulsarlo y reírnos de ese poder. Basta de tenerle miedo, va acompañado. Si nos damos cuenta cómo se construyó ese poder, cómo impactó en la cotidianeidad y la manera de cometer cosas de risa y absurdos, ahí nos vamos a reencontrar. Las deudas se están saldando, ya me río de ti, ya no te tengo miedo, ya estuvo. Si seguimos en el círculo de la guerra sucia reproducimos un discurso del miedo que, en el fondo, fue lo que le funcionó al sistema”.
Pero en sus visitas cotidianas al Palacio de Lecumberri no todo es abrir cajas, también hay situaciones y anécdotas chuscas, así como personas agradables y con conocimientos del tema con las que se encontró. Al respecto señala: “Una de las mejores anécdotas es conocer a personajes clave para la historia de México, como Vicente Capello, hombre con todas sus contradicciones, se le pueden reprochar muchas cosas y cuestionar otras tantas; sus vínculos, relaciones y amistad con personajes como Fernando Gutiérrez Barrios, Nazar Haro y todo lo que fue la DFS; más allá de eso, es un personaje que sin él no tendríamos gran parte de estos archivos. Se le ha encajonado más en el personaje del miedo, tenebroso, como Guillermo de Baskerville, quien resguarda esa gran biblioteca. Es un hombre fiel a esa biblioteca, además de no permitir que alguien vulnere lo que ha costado tanto tiempo. Hay mucho que contar”.