martes, diciembre 2

Jacinto R. Munguía en Holanda.


*JOSÉ ZEPEDA VARAS

01-12-2008

La Otra Guerra Secreta se llama el libro que ha escrito y publicado recientemente el periodista mexicano Jacinto Rodríguez Munguía. El subtítulo lo dice casi todo: los archivos prohibidos de la prensa y el poder. Se refiere a la época en que gobernaba el país el Partido Revolucionario Institucional, PRI. Las revelaciones son de mayor cuantía porque demuestran con documentos en mano el entramado de una connivencia que evitó muchas veces la censura porque los mensajeros habían sido cooptados por el poder.

JZ.- Había como una sensación en el país, antes de la aparición de este libro, que efectivamente durante el gobierno del PRI se produjo una suerte de connivencia, de acuerdos, de tejes y manejes entre el poder y los medios de comunicación, pero nunca se pensó que se podría documentar. Ha sido prácticamente una ‘bendición del cielo' -vamos a llamarla de ese modo- que esto pudiera ser así.

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Jacinto Rodríguez Munguía
 JR.- Sí, en realidad lo que teníamos eran relatos, testimonios, narraciones de esas relaciones prensa y poder. Nunca imaginamos, yo soy de los primeros, que esa relación se mantuviera documentada, que alguien guardara, que alguien dejara esos documentos de encuentros, de acuerdos, de pactos, cartas originales; cantidades, montos que se les daba a los medios de comunicación, a los directivos, a los periodistas... cómo ellos respondían; transcripciones de conversaciones entre los jefes de prensa del poder político y los directivos de los medios de comunicación. Digamos, toda la parte no visible, no palpable, no detectable de una relación prensa y poder que ocurre en todos los países, pero que en el caso de México va a tener agravantes porque se da y, sobre todo, se vuelve una relación muy sólida en los años más complicados; los años que además se conocen muy poco a nivel internacional.  Eso va a tener un efecto hasta nuestros días.

Hoy, la mayoría de los medios de comunicación que sobreviven -los grandes medios- tienen su historia ahí.  Digamos que ese es el ADN, el mapa genético de una relación prensa y poder en México, porque aún cuando hay una imagen de apertura, de distanciamiento con el poder, en el fondo es todavía una relación muy directa.

JZ.- Yo quisiera ir por partes. ¿Qué ocurrió históricamente para que aparecieran esos documentos?

La otra guerraJR.- Hay una cadena de casualidades.  El Presidente Vicente Fox, en algún momento cuando era candidato, prometió que se abrirían los archivos históricos. Él no supo, lo tengo casi comprobado, jamás imaginó ni se acercó a los documentos, ni pidió que se los dejaran ver.  No imaginó lo que se estaba abriendo.  Algunos, nos atrevimos a meternos.  Nos encanta este asunto de hurgar los papeles, de estar revisando... y se da esa casualidad, el encuentro fortuito con 3.052 cajas de un acervo que no estaba clasificado, porque esa es la riqueza de esta documentación.  Son 3.052 cajas que sobreviven a una serie de circunstancias, que se quedan en el rincón de una bodega de la Secretaría del Ministerio del Interior, y quien estaba en algún momento ahí... y no fue el candidato, porque esa era la naturaleza y la lógica del poder en México... no es el que va a relevar a Echeverría y en su enfado -según me cuenta alguien muy cercano a él- dice: ‘eso se queda'.

O sea, no se destruye, y es lo que sobrevive. La apertura, la promesa de Fox que nunca supo lo que hacía, junto con estas casualidades, va a llevar a que perduren 3.052 cajas que cuando llegan al Archivo General de la Nación en el 85' hasta donde tengo entendido, la entonces encargada, dice: ‘no es momento de abrirlas, pero tampoco las vamos a regresar'.

Y ahí nos las encontramos hace cinco o seis años.  Es una seguidilla de casualidades que van a hacer que lleguemos ahí y que nos encontremos con una serie de piezas que llevaron varios años y vas encontrando cómo se iban armando las columnas, las conversaciones, las nóminas, los recursos que se les daban a los periodistas. Es un poco la historia de esta información.

JZ.- La otra guerra secreta tiene al menos dos elementos que a mí me gustaría rescatar en el transcurso de nuestra conversación. El primero de ellos es el siguiente: que las diversas razones que se puedan dar respecto de la actitud de la prensa con el poder están determinadas, todas, por la conveniencia. ¿Tiene usted alguna idea de por qué primó la conveniencia? ¿Por qué esta claudicación -digamos- de los valores de la independencia periodística?

JR.- A mí me parece que el periodismo en México, en particular las empresas periodísticas, no han creado, no han generado una naturaleza, una cultura del distanciamiento con el poder... Estamos construyendo... creo que llegamos tarde como en muchas cosas y creo que hasta ahora, hasta hace sólo algunos años comenzamos a construir una visión distinta o alejada del poder.

La prensa en esos años -y ahí la conveniencia se legitimaba desde el poder y el poder se legitimaba con la prensa- había un pacto no escrito de que así eran las cosas. En algunas conversaciones que tuve con esos viejos periodistas, que hoy son todavía una pieza importante del periodismo, su argumento era ese: ‘es que así eran las cosas'. En esa frase se sintetiza toda una forma de ser, de actuar, toda una forma de imaginar y un concepto del periodismo en México. A ellos les convenía, no había por qué pelearse con el poder, por qué discutirle sobre todo cuando el poder mismo los legitimaba.  Era una legitimación de trascendencia.

Ahora, después de revisar durante varios años estos documentos y de ver como funcionaba el poder, creo que la prensa, los medios, muchos periodistas en esos años, también se sintieron un gran poder en México y a nivel internacional, porque en México la idea del cuarto poder era efectiva. Es decir que no era una frase, le llamaban ‘charola'... tener una placa, una credencial que te acreditaba como periodista, era la puerta a la impunidad. Era tener derecho a hacer lo mismo que hacía un político; había una conveniencia; o sea, ¿por qué tendrían que terminar eso? Los acontecimientos sociales rompieron con aquello, pero si no, podrían seguir así, sin problemas.

JZ.- Vamos a romper literalmente una lanza  por aquellos medios de comunicación de la época.  Se trataba de un gobierno autoritario; como se dice tantas veces de una ‘dictadura perfecta', de tal manera que había una presión sobre los medios.  Y cuando hay una presión -usted sabe- existe algo que se llama el miedo. Y el miedo puede ser determinante para la actitud de los seres humanos.

JR.- Por supuesto no hacemos a un lado esa parte. No niego que hubiera un gobierno autoritario y que en algunos rasgos se mantenga, pero bueno,  el de entonces era abiertamente autoritario, y sí había una intención de control. Ahí hay un documento, que es el que me da la estructura del libro, donde habla de una tiranía invisible.  Entonces, ¡claro que había un poder!  Con una visión, una trascendencia, y para ello necesitabas tener un control.  Pero esa es la nota de la historia. Y esa es una historia que a los medios -y lo digo desde los medios porque yo trabajo en ellos- nos es muy cómoda. Okay, sí; nos aplastaron, nos obligaron, nos controlaban, nos intimidaban con retirarnos concesiones, papel... eso es cierto, pero esa es la mitad de la historia. Hay otra parte que a quien le toca contarla no lo hace, y que son los medios de comunicación. Ahí es donde nos escudamos muy bien y brincamos una transición en México. Cuestionamos todo: el poder político, empresarios, iglesia... todos entran en un proceso de revisión.  ¿Y los medios? No hay revisión ni autocrítica porque no hay historia, porque a nosotros nos tocaba contarla y no lo hemos hecho. Si es cierto lo otro, pero esta otra parte mejor la escondemos.  No, también hay que decirla.  O sea, sí, nos equivocamos; sí, hubo errores, y sí hubo complacencia.

JZ.- Falta un mea culpa...

JR.- Creo que sí; no soy yo quien lo tenga que decir, ni siquiera si tengo que salir a pedir perdón  ni esas cosas... Una revisión de qué nos equivocamos como medios en algo tan elemental: el objetivo del periodismo en momentos tan difíciles.

JZ.- Ya lo decía usted, prácticamente al comenzar el libro aparece un documento que es realmente sensacional.  Primero porque es el resultado de una reflexión muy ponderada, no está escrito por un ignorante o un policía mal habido, sino que se trata de un intelectual del régimen que esboza toda una teoría de cómo llevar a la práctica lo que él llama efectivamente, una dictadura invisible, un poder que desde la sombra pueda manejarlo todo. Y claro, es una obra maestra anónima.

JR.- Sí, es una obra maestra del más alto nivel. La estrategia política llevada al ámbito de programa.  A algo que mira desde todos los ángulos  y que construye conceptos; no se queda solo en la práctica, que ese es otro asunto. Nosotros creíamos que no había quien controlara, detrás del poder. Cuando se encuentra ese documento y otros que por ahí relatan teorías sobre el rumor, cómo desatas el rumor en un momento determinado, cómo va corriendo de un lugar a otro...

JZ.- Como te diriges a los grupos particulares, que no puedes hablarle a todo el mundo igual...

JR.- Claro, la idea de la radio, cómo es, cómo  se utiliza la radio; qué tipo que gente, el perfil de los que escuchan la radio, o la prensa escrita o la televisión.

A ver, yo me incorporo a la universidad en el 86' u 87'.  Por el 90' empiezo a leer las grandes teorías sobre las estrategias sobre los medios.  Cuando me encuentro con este documento 10, 15 o 20 años después digo, quién lo hizo en el 65', porque la fecha que más encuentro es el 65'.  Y comparo con los idearios con el concepto que tenía Goebbels de la propaganda política y de verdad digo, con todo el  respeto a Goebbels que no se lo merece... ¡Sí, es una cosa increíble!  Es increíble cuando dice, vamos a utilizar lo mejor de las dictaduras para controlar; una dictadura que no se note, una tiranía invisible.  El concepto es sorprendente.

Vargas Llosa no se equivocaba, México era una dictadura perfecta, creo que tiranía invisible le queda mejor. Aclaro, uno se mete a esto y va encontrando quiénes -ya los tengo más o menos ubicados- quiénes eran esos personajes, filósofos, pensadores; gente que se fue a preparar a Europa, que era un grupo muy cercano a Luis Echeverría Alvarez, un equipo de trabajo de intelectuales que de algún modo construyeron estos grandes conceptos. No en balde estuvieron 70 años en el poder.

Creo que el libro rompe muchos esquemas de análisis.  Dejar de mirar a la historia como una serie de casualidades; hay causalidades, hay quien sí está pensando en la construcción de poder que duró 73 años. Quizás no tanto, la mitad todavía de los 60'. Duraron casi 40 años en el poder.

Creo que este documento a mí me desbordó emocionalmente, no imaginé encontrar algo así; anónimo sí; esos documentos se escriben anónimos, pero ahí están.  Está el archivo, ahí vienen las referencias y creo haber encontrado por ahí quién es el autor, el cual ya no vive, pero es increíble.

JZ.- Señor Rodríguez, se da la particular circunstancia que esta grabación se hace durante la semana de la radio y de la televisión en México y hace poquitas horas atrás, el Presidente Calderón ha hecho un discurso en la clausura de esta actividad, reiterando su compromiso irrestricto con la  libertad de expresión. ¿Cuánto han cambiado las cosas frente al tema de la libertad de expresión en su país?

JR.- Han cambiado en términos cuantitativos, creo que tienen que cambiar en términos cualitativos; no hay una disposición de separación de parte de los medios para con el poder.  Hay un discurso público que contradice las actitudes íntimas o no públicas de la relación con el poder.  Hay todavía una actitud de control de parte del Estado, terrible; no es abierta  y no es descarada como en los años 60' o 70', parte de los 80' del siglo pasado, pero sigue habiendo un gran control de la publicidad de parte del Estado para con los medios, es  un mecanismo todavía muy, muy complicado. El caso de la revista Proceso, por ejemplo, que lleva años sin tener acceso a ese tipo de recursos que son públicos y que tendrían que estar legalizados.  No hay una ley que norme ese tipo de criterio. Estamos parados todavía en una deuda, en una reflexión autocrítica. 

Creo que no podemos dar ese salto cualitativo cuando le debemos una explicación a la sociedad mexicana como medios, de qué hicimos y no hicimos en dos momentos claves: 68' movimiento estudiantil, pero sobre todo la guerra sucia.  De México no se conoce eso y fue peor que el 68'; hay una deuda terrible que cuando hablemos, creo que vamos a comenzara saldar cuentas.  Mientras tanto vamos a seguir teniendo lectores, radioescuchas y televidentes, pero no nos van a creer. En México un gran porcentaje no nos creen a los medios; nos consumen, pero eso no es credibilidad.

JZ.- Este es un país donde se asesina a muchos colegas nuestros.

JR.-  Sí, y eso nos estalla hace ya 5  o 6 años cuando comienzan a golpear al narcotráfico, comienza a haber una serie de crímenes y de atentados contra los medios y contra los periodistas, pero no es un problema nuevo. No digo que no sea importante; es importantísimo pero es un viejo problema que venimos arrastrando hace por lo menos 20 años.  Es cierto, se rompe el pacto entre medios, periodistas y poderes fácticos incluido también el poder político. Y en esa ruptura, en esta transición y rupturas que se dan quedamos desprotegidos. ¡Vamos!, no tenemos una sociedad que nos acompañe en la demanda de protección a periodistas.  Yo colaboro en la Fundación Prensa y Democracia, trabajo en la revista Emeequis, tengo relación con muchas organizaciones nacionales e internacionales de derechos a los periodistas y nos sentimos solos; no hay una sociedad que se sume a nuestras demandas para la protección a periodistas.  Nos la están cobrando.  Nosotros les  hemos  dado muchos años la espalda a la sociedad; hoy día nos las cobran con un aislamiento. Eso no quiere decir que no trabajemos, hay mucha preocupación.  Me temo que esto no va a tener un fin muy pronto, que es una historia todavía larga.  Colombia es un ejemplo; pasó algo parecido y apenas comenzaba. Creo que la historia todavía viene larga y esperemos salir de este túnel, como mejores medios y más solidarios que ése es otro asunto.

JZ.- Pese a que en estos tiempos se nos quiere convencer que es malo soñar, que no es bueno hablar de utopías ¿cuál sería para usted, en un futuro la relación que deberían tener los medios con el poder?

JR.- Yo también creo mucho en eso, en este tipo de trabajo hay  mucha gente que cree que uno lo hace desde la depresión y que tiene uno ganas de suicidarse...no; precisamente yo este tipo de trabajo lo hago con una gran felicidad, con una gran alegría por la vida porque creo que se pueden cambiar las cosas, porque si no, hubiera dejado las cosas ahí. Creo muchísimo en los medios, creo que viene una generación.  Creo que viene un par de generaciones que van a romper totalmente con lo que ha sido la relación prensa-poder.  Ya no hay opción. Le digo a los estudiantes, ‘todavía nosotros tuvimos el pretexto de que no teníamos las herramientas; nos faltaban cursos, nos faltaba actualización; ustedes ya no'

Creo que las generaciones que vienen no tienen opción, o son mejores periodistas y quieren una relación más con la sociedad, o tendrán que dedicarse a otra cosa.  Tienen todo, Internet, capacitación, mejores escuelas, mejor conocimiento; no hay opción.  Creo que va hacia un mejor estadio el periodismo y que lo que aportamos ojalá tenga que ver con eso.  Si no, de todos modos hay que seguir creyendo. Si algunos se equivocaron, eso no implica que tengamos que tirar la toalla; al contrario, amo el periodismo y me parece que no hay otro oficio con el cual podamos entendernos mejor con la gente. No le veo fin, hay esperanzas, sí, hay muchas; si no,  no estaríamos haciendo esto.

*José Zepeda Varas es Director del Departamento Español de Radio Nederland